Aquí volvemos con una segunda entrada sobre la pieza teatral "La varita, la piedra y la capa", a presentarse el próximo 7 de marzo en el último día de la Caracas Comic Con 2010.

Hoy sabremos más sobre esta pieza teatral con palabras de su director artístico, Pedro I. Muñoz.

El concepto de la obra surge de la premisa :“el arte que hacemos es para la comunidad”, por eso decidimos dejar atrás el hermetismo del lenguaje de un fanático de Harry Potter y realizar una obra de teatro que pueda llegarle a alguien que no haya leído los libros, los haya leído, e incluso que no sepa leer. Una obra de arte es más efectiva, cumple mejor su propósito cuando se vale de lenguajes universales que van más allá de las limitaciones de un idioma o de las condiciones de un individuo.

Es por eso que conceptualmente, decidimos trabajar con lo más fundamental del lenguaje, y en esta obra acercarnos a las imágenes más primitivas, las que conocemos todos. Según nuestros cálculos, este cuento que adaptamos a teatro está ambientado en el año mil en la actual Gran Bretaña, en plena alta Edad Media, una época consecuencia de la caída del imperio romano por parte de los germanos, y marcada por la implantación del cristianismo a las civilizaciones celtas, sajonas, etc. Debido a las epidemias, sequías y guerras entre las diferentes culturas, la muerte era mucho más cotidiana, presenciar la muerte de alguien era parte del día a día, lo cual llevaba al hombre a estar realmente con y sciente de la caducidad de la vida; eso, junto con el silencio, la oscuridad absoluta reinante en las noches, las creencias romanas, egipcias, árabes, celtas y nórdicas hacían del imaginario del hombre medieval un río turbulento que corre con tal fuerza que imaginar resultaba un delirio, soñar era vivir epifanías y morir era despertar. El espíritu del hombre medieval sentía hasta en un escalofrío la mordida de un hada, un estornudo era señal de la llegada de un duende, un cambio climático, un giro inesperado de los acontecimientos no era producto de “una causa y efecto”, sino del deseo de la fortuna, la suerte.

A esto de primitivo nos referimos, a la capacidad fundamental del humano a crear lenguajes, símbolos, hadas, dioses. El montaje en general de esta obra tiene presente todas estas nociones y desde el vestuario, maquillaje, peinado hasta la escenografía y música es un homenaje a la imaginación, al hombre puro, instintivo, imaginador y por tanto creador.

El vestuario en más de un personaje es tan inherente al actor que parece parte de su piel, el peinado es fresco y virginal, el maquillaje es tan elocuente que tiene tanto peso como la escenografía y finalmente la música se desprende de lo electrónico y hace alarde de lo acústico, y por tanto de la naturaleza del sonido.

Todo esto junto busca crear una atmósfera de recuerdo e interpretación de nuestros inicios, de las culturas más antiguas, sin necesariamente marcar distinciones de una de la otra, una atmósfera que pretende representar la más pura esencia de la vida humana y de la muerte de la alta Edad Media.